Unidad II
Fundamentos
Teóricos científicos de la Didáctica como ciencia de la Educación
Autor: Alvaro Antonio Ramirez Vanegas.
Lic. Psicólogo clínico y forense.
Docente: Doctora María Inés Blandino.
Fecha febrero
2017.
Debemos estar conscientes de que vivimos en un mundo todavía
gobernado por la idea de la eficacia de los métodos, donde, al parecer, el fin
ideal que persiguen los estudiantes y los propios maestros es obtener (de los
otros) un método que, como llave maestra, les abra las puertas del conocimiento
aquí y ahora; que se les aproxime a un mundo que está allí para ser
representado en todas sus variaciones posibles, susceptibles de ser
anticipadas. Sin embargo, sabemos que no hay método. Que el método se hace al
andar a la manera en que se hace camino, como nos dijo el poeta; o como dicen
Morin et al. (1992, p.15), refiriéndose a la noción de método como conjunto de
recetas y de pasos fijos:
“Nada más lejos de esta visión de método que aquella imagen
compuesta por un conjunto de recetas eficaces para la realización de un
resultado previsto”.
De hecho, no existe el método, pero tampoco existe previa y
hieráticamente el objeto al cual debe corresponder ese método; o para decirlo
más cabalmente, la existencia implica la aniquilación en un trenzado donde se
puede ir o venir desde cualquier parte a cualquier otra. Cobra relieve,
entonces, la convicción de que… yo estoy en el origen de… Desde luego, aquello
del “ir y venir desde cualquier parte y hacia cualquier parte” debe matizarse.
Sabemos que existen predilecciones, hábitos, convicciones, deseos y
deberes que hacen que ese ir y venir sea un acto de elección sustentado en
aspectos tales como los valores. Quiero decir que la elección del camino
deviene un asunto ético con fuentes y horizontes más allá de lo estrictamente
individual y del simple deseo personal. Vivimos en un mundo en que más o menos
los otros nos trazan o nos han trazado el camino a recorrer, nos enseñan a
recorrerlo y valoran nuestros andares. Por suerte y necesidad, no estamos solos
en el mundo ni ante las cosas. Siempre hay alguien que nos tiende la mano, que
nos facilita los recursos para la marcha y que nos introduce en regiones que
nunca descubriríamos en soledad.
Lo anterior es importante,
porque estamos en presencia de estudiantes que esperan tener un método listo a
toda costa, lo esperan todo de los otros y ello en primer lugar de los
profesores.
Por ejemplo, mi propia experiencia con la preparación de los
estudiantes para realizar mediaciones en diversos contextos de aprendizaje y
entrenamiento profesional, me ha permitido conformar el criterio de que ellos
quisieran que se les diera una teoría que les permitiera comprender el espacio
o contexto de intervención y un método para intervenir. Ese método se asume por
ellos como garante de la acción, como un ejercicio destinado a eliminar la
incertidumbre y el desequilibrio que entraña lo novedoso de enfrentarse a las
situaciones; como un bálsamo para el temor al fracaso, como un requisito para
no cometer errores que luego serán pagados con una mala nota. La creencia
aludida significa el sacrificio de la riqueza de la experiencia, la expulsión
de escena de una de las fuentes más ricas del desarrollo personal y grupal:
cerrar la puerta que conduce al valor de las potencialidades, no ya centrase en
el ayer del aprendizaje, en términos vigostkianos, sino permanecer en la
oscuridad del conocimiento que se posee y no poder pasar a la claridad que
provoca el que habrá de construirse. Por otro lado, se ve claramente que muchos
estudiantes e igualmente profesores operan con la falsa noción de que el método
precede a la acción.
De hecho, sienten desconcierto si uno les dice que hay que actuar
para tener un método y que el método surge y se destruye en la acción. Estos
estudiantes y profesores, muchos de los cuales han hecho incluso cursos de
complejidad, son incapaces de tolerar la incertidumbre que produce el trabajo
consecuente con la noción de la relatividad del método y del objeto al que se
aplica. Aquí puede verse que no basta conocer para tolerar, que algo más que el
conocimiento se requiere para operar en los límites de la complejidad.
Está claro que para el sujeto pasivo, emergente de las orientaciones
conductistas e incluso cognitivistas, a quien le resulta imposible realizar la
ardua tarea de organizar conscientemente el caótico mundo de la información,
determinar prioridades y realizar procesos de estructuración y, sobre todo,
orientarse independientemente en un mundo que aparece contradictorio, el mejor
instrumento para no sufrir la angustia del desconcierto y la incertidumbre
parece ser someterse a los dictados de otros que organizan la información, que
nos dicen cómo actuar ante ella, que nos ofrecen trozos de información
dispuestos de cierta forma y que nos hacen vivir en un mundo construido por
ellos y a su medida, eliminando lo diverso.
El aprendizaje y la enseñanza en la sociedad actual, de información
y conocimiento descentrado, requiere una nueva forma de pensar, de ver el mundo
e, igualmente, de concebir la existencia y la acción del hombre en él.
Apliquemos todo esto a la representación del estudiante como sujeto ante el
conocimiento, el aprendizaje y la enseñanza.
BIBLIOGRAFIA.
Escriba una carta de
la forma en que usted reencantaría la educación
Mucho escritores de diferentes corrientes pedagógicas
escriben bellezas, pero lejos de una realidad. En nuestro país lo primero que
debemos hacer es cambiar la concepción docente, dándole al docente las
facilidades de la continuación de estudios, convirtiendo al docente en humanista, en donde el niño es primero,
después y por ultimo también. Que el docente se enamore de su profesión, que se
dé cuenta que no existe una profesión más loable que la docencia. Que se
apropie de mayor cantidad de estrategia metodológica, que le valoren
económicamente su profesión. Pienso que antes de iniciar la reencantacion de la
educación en los estudiantes, primero
debemos reencantarnos de nuestra profesión. Sentir que vivimos saboreando
nuestra profesión. Aun si bien es cierto, nuestra mejor paga, es la
satisfacción, de haber dejado nuestras buenas huellas impresas en cada uno de
nuestros estudiantes.
Totalmente de acuerdo con usted , antes decía yo que el que no
decidió ser maestro por vocación sino por accidente no era un buen maestro, sin
embargo, a lo largo de mi carrera docente me he dado cuenta que hay personas
que se enamoran de la profesión en el camino y hay maestro de “vocación” que se
desenamoran, entonces qué pasa?
Y me parece viable lo que propone, reencantarnos
en nuestra profesión!
Cómo hacemos que los docentes se
reencanten EN SU PROFESIÓN?
Excelente!
RUBEM ALVES suele decir que educar tiene que ver con la
seducción
¿Cómo
Reencantarnos de nuestra profesión?
Revalorizar su rol docente, contar con nuevas herramientas
que los fortalezcan en su ejercicio profesional y como equipo permitiéndoles
enfrentar con seguridad y entusiasmo sus desafíos y explorar el tremendo
potencial emocional y formativo que existe en la relación que establecen con
sus alumnos. Ideándose capacitaciones que entregan estrategias, técnicas,
aprendizajes novedosos y creativos para reencantarse con la profesión de
formador, maestro y profesor y sobre
todo tener a Dios en nuestros corazones.
https://youtu.be/7t6O1tPnd8w
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