miércoles, 1 de marzo de 2017

III Unidad


Unidad III
Nuevas teorías del aprendizaje
Guía de trabajo número 1: Una teoría de aprendizaje para nuestro tiempo


Autor: Alvaro Antonio Ramirez Vanegas.
Lic. Psicólogo clínico y forense.
Docente: Doctora María Inés Blandino.



Fecha febrero 2017.

Debemos estar conscientes de que vivimos en un mundo todavía gobernado por la idea de la eficacia de los métodos, donde, al parecer, el fin ideal que persiguen los estudiantes y los propios maestros es obtener (de los otros) un método que, como llave maestra, les abra las puertas del conocimiento aquí y ahora; que se les aproxime a un mundo que está allí para ser representado en todas sus variaciones posibles, susceptibles de ser anticipadas. Sin embargo, sabemos que no hay método. Que el método se hace al andar a la manera en que se hace camino, como nos dijo el poeta; o como dicen Morin et al. (1992, p.15), refiriéndose a la noción de método como conjunto de recetas y de pasos fijos:
“Nada más lejos de esta visión de método que aquella imagen compuesta por un conjunto de recetas eficaces para la realización de un resultado previsto”.
De hecho, no existe el método, pero tampoco existe previa y hieráticamente el objeto al cual debe corresponder ese método; o para decirlo más cabalmente, la existencia implica la aniquilación en un trenzado donde se puede ir o venir desde cualquier parte a cualquier otra. Cobra relieve, entonces, la convicción de que… yo estoy en el origen de… Desde luego, aquello del “ir y venir desde cualquier parte y hacia cualquier parte” debe matizarse.
Sabemos que existen predilecciones, hábitos, convicciones, deseos y deberes que hacen que ese ir y venir sea un acto de elección sustentado en aspectos tales como los valores. Quiero decir que la elección del camino deviene un asunto ético con fuentes y horizontes más allá de lo estrictamente individual y del simple deseo personal. Vivimos en un mundo en que más o menos los otros nos trazan o nos han trazado el camino a recorrer, nos enseñan a recorrerlo y valoran nuestros andares. Por suerte y necesidad, no estamos solos en el mundo ni ante las cosas. Siempre hay alguien que nos tiende la mano, que nos facilita los recursos para la marcha y que nos introduce en regiones que nunca descubriríamos en soledad.



Sin embargo, el aprendizaje y la enseñanza hoy…
 Lo anterior es importante, porque estamos en presencia de estudiantes que esperan tener un método listo a toda costa, lo esperan todo de los otros y ello en primer lugar de los profesores.
Por ejemplo, mi propia experiencia con la preparación de los estudiantes para realizar mediaciones en diversos contextos de aprendizaje y entrenamiento profesional, me ha permitido conformar el criterio de que ellos quisieran que se les diera una teoría que les permitiera comprender el espacio o contexto de intervención y un método para intervenir. Ese método se asume por ellos como garante de la acción, como un ejercicio destinado a eliminar la incertidumbre y el desequilibrio que entraña lo novedoso de enfrentarse a las situaciones; como un bálsamo para el temor al fracaso, como un requisito para no cometer errores que luego serán pagados con una mala nota. La creencia aludida significa el sacrificio de la riqueza de la experiencia, la expulsión de escena de una de las fuentes más ricas del desarrollo personal y grupal: cerrar la puerta que conduce al valor de las potencialidades, no ya centrase en el ayer del aprendizaje, en términos vigostkianos, sino permanecer en la oscuridad del conocimiento que se posee y no poder pasar a la claridad que provoca el que habrá de construirse. Por otro lado, se ve claramente que muchos estudiantes e igualmente profesores operan con la falsa noción de que el método precede a la acción.
De hecho, sienten desconcierto si uno les dice que hay que actuar para tener un método y que el método surge y se destruye en la acción. Estos estudiantes y profesores, muchos de los cuales han hecho incluso cursos de complejidad, son incapaces de tolerar la incertidumbre que produce el trabajo consecuente con la noción de la relatividad del método y del objeto al que se aplica. Aquí puede verse que no basta conocer para tolerar, que algo más que el conocimiento se requiere para operar en los límites de la complejidad.
Está claro que para el sujeto pasivo, emergente de las orientaciones conductistas e incluso cognitivistas, a quien le resulta imposible realizar la ardua tarea de organizar conscientemente el caótico mundo de la información, determinar prioridades y realizar procesos de estructuración y, sobre todo, orientarse independientemente en un mundo que aparece contradictorio, el mejor instrumento para no sufrir la angustia del desconcierto y la incertidumbre parece ser someterse a los dictados de otros que organizan la información, que nos dicen cómo actuar ante ella, que nos ofrecen trozos de información dispuestos de cierta forma y que nos hacen vivir en un mundo construido por ellos y a su medida, eliminando lo diverso.
El aprendizaje y la enseñanza en la sociedad actual, de información y conocimiento descentrado, requiere una nueva forma de pensar, de ver el mundo e, igualmente, de concebir la existencia y la acción del hombre en él. Apliquemos todo esto a la representación del estudiante como sujeto ante el conocimiento, el aprendizaje y la enseñanza.
BIBLIOGRAFIA.

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